miércoles, 22 de octubre de 2008

Adios

El despertó, sabiendo que le venia a continuación. Los olores, los sonidos, todos sus sentidos se agudizaban. Había caído en el limbo de la somnolencia., aun así se dispuso a despertar. Hizo su cama, se vistió y salio de esa habitación oscura y tenebrosa.
Saludó a su madre, y le dijo:
- Hoy es el día.
Ella lo mira tristemente y no encontró razón alguna para evitar un abrazo calido y tierno. Sabía su destino.
Se sentó en la mesa, al calor de un plato de sopa. En ese invierno gris y penoso, mientras los árboles marchitos yacían perpetuos ante tan majestuoso panorama.
Miles de pensamientos pasaron por su mente. Si lo que hacia era correcto, si alguien lo extrañaría, que pensarían de el, de su madre.
Pero llego a la conclusión que ya nada importaba, sus horas y minutos estaban contados.
Recorrió los pasillos de su casa una y otra vez, sin dejar detalle alguno por recordar.
De repente, como en un espasmo, alguien toca a la puerta suavemente. Llego la hora de partir, tomó sus cosas y dejó su cuerpo ir.
Daban las 12 en punto cuando la casa quedo muda de sonidos, ciega de sentidos. Su madre yacía tirada en la cama, sin su corazón latir, sin verlo partir a ese preciado ser que alguna vez tubo que parir.
¿A dónde fue?
¿Cuándo volverá?
¿Quién toco a la puerta?
La muerte nada más. Dejó esa casa, para así partir y nunca regresar.

2 comentarios:

Soy moni dijo...

Un dolor descomunal el adiós de aquella alma penosa...

Anónimo dijo...

Esta buena la historia, me gusto mas q el de ayer, aunque parecia tener pedasito de ayer,
besiito renz
q estes bien
pao