miércoles, 7 de julio de 2010

Nos veremos pronto

Nunca creí que un día despertaría sin el calor de tus labios sobre los míos. Aún siento su perfume, pero sé que ya no están. El tiempo va avejentando mi cuerpo, pero mi alma está paralizada el día que te vi partir. Y no puedo moverme, las formas se difuminan, cambian, ya no están ahí. Todo se oscurece.
El tiempo se detiene y solo puedo ver una imagen tuya ante mis ojos. Las puertas se abren y se cierran fuertemente, las luces parpadean tan rápido que explotan.
Siento frío en mis manos, mi corazón se congela; ya no late. Y tu ahí parada, sin moverte, como aquel alma en pena que atormenta mi conciencia y mi noción de la realidad.
Se hace difícil pensar y no temer en estas condiciones.
Me siento solo, desesperado y sin salida. Mi habitación, nuestra habitación ya no es lo que era antes. Ahora hay otros muebles, otras sabanas, otra ropa. No entiendo que pasa. Estoy enojado… ¡Que alguien me explique!
El tiempo.., ya no sé lo que es el tiempo. Todo se vuelve tan relativo, tan irreal que creo haber estado en esta habitación por años. Ya no veo más tu reflejo. Ahora veo niños correteando, jugando, llorando, riendo.
Algunas veces viene su padre a leerle aquellas historias que tanto me leían de niño.
Yo no he cambiando nada, sigo igual que siempre. Pero siento más dolor que antes, sobre mis venas corre sangre. Ahora entiendo todo… Tu perdida, tu marcha me alejo de lo que más quería, de lo que más deseaba. Vivir…
¿Qué pasará después? No veo la luz brillante de la que tanto hablan.
Quizás estoy destinado a pasar toda la eternidad contando mis penas.
Hoy pude moverme, después de quién sabe cuántos años. Ya no estoy más enojado, entiendo el propósito de este viaje. Encontrarme a mí mismo y reconocer cuanto he perdido.
Recorro los pasillos de la casa. Está muy distinta, hay otras personas… Parecen ser buena gente. Pero algo impide que me quede a contemplarlos.
Algo me dice que atraviese ese portal y deje llevar mi alma a este merecido y tan ansiado descanso eterno.
Quizás este sea el fin, o tal vez el comienzo de algo hermoso.
Hasta luego amigos, nos veremos pronto.

Renzo Rubén Anconetani

lunes, 5 de julio de 2010

Estrellas

Deslumbrates, poéticas, lejanas... Cuando las observamos ellas ya no estan. Murieron; solo vemos su fantasma en la lejanía del cosmos como una aureola infinita de paz y fuego eterno.
Nos impactan. Su belleza sucumbe nuestro ser. Nos marean, nos confunde su incalculable proporción.
Oh! que divinas, tan perfectas, brillantes, petulantes. Pequeños puntos ardientes nadando entre mares de avismos oscuros y espacios vacíos de sociego y perdición.
Iluminan nuestro sendero, alumbran nuestra noche y navegan con el navegante que tan pasionalmente las comprende.
¿Por qué será que las contamos? Nos divierten, creemos entenderlas. Ellas nos entienden.
Somos pequeños puntos separados en el espacio. Nos parecemos a ellas, iluminamos el camino de las pasiones y del amor.
No hacen falta oraciones, tampoco canciones, ni peticiones. Ellas siempre estaran aunque hace millones de años, apagaron su luz para nunca más brillar.
Oh, las estrellas. Tan pequeñas, tan enormes. Guien nuestro sendero, que somos navegantes con nuestros corazones.

Renzo Rubén Anconetani