sábado, 30 de enero de 2010

Sueños reveladores

Primera parte:

[…] Desperté, no sabía donde estaba. Al mirar alrededor veo un camino largo de tierra, a mi costado derecho la nada pura, a mi costado izquierdo un lago sin fin. Sentía que a ese lugar yo no pertenecía, quizás era un sueño, quizás estaba muerto. No lo sabía.
Desesperado por saber donde me encontraba, me detengo a pensar como fue que termine ahí. Miles de pensamientos recorrían los vastos pasajes de mi mente, pero ninguno de ellos me decían que hacía en ese lugar.
Llegue a pensar que era el infierno, aquel lugar del cual no se sale jamás, aquel lugar donde mi alma es atormentada. Pero no lo sabía.
Decidí que era tiempo de averiguarlo. Tomé fuerzas y comencé a recorrer ese camino aparentemente sin fin. Pero luego de horas de un arduo caminar llegue a la conclusión que no avanzaba nada. Era todo tan monótono, tan único, tan irreal que sentía que siempre terminaba en el mismo lugar.
Nuevamente sentado a la vera del camino, sobre ese pedregal al lado del río.
-¿Qué hago aquí?
-¿Qué es este lugar? –Reclamé sin dudarlo, pero la nada misma devolvió mi eco miles de veces.
-Soy un buen hombre. –Me dije a mi mismo.
-¿Qué hice para terminar en un lugar así? –Le exclame a la nada misma.
De repente, no era mas una nada misma. Y del lago cristalino sale un hombre, no se distinguía bien, estaba a lo lejos. Mis ojos se entrecerraban, no podía verlo bien, pero sin darme ya cuenta estaba a mi lado. Aquél personaje misterioso, era una figura borrosa, no podía verlo, sentirlo ni tocarlo. Yo estaba paralizado, no podía moverme, seguía mirando hacia el lago, cuando esta figura se incorpora detrás mío y con su mano toca mi hombro. Era paz, amor y sabiduría lo que sentí en ese momento, mis miedos, mis penas se habían desvanecido.
¿Quién era este personaje tan misterioso? –Me pregunte atónito ante tan extraña situación.
El simplemente exclamo con una voz suave de seguridad.
-Yo soy quien cuida de ti, quien vela por ti, quien llora por ti.
-Yo soy el quien nadie tiene en cuenta, soy el que siempre esta ahí pero nadie ve.
-Yo soy tu alma, soy tu conciencia, soy tu vida.
En ese momento no supe que decir, estaba atónito.
-¿Estoy muerto? –Pregunto atemorizado.
-No, no lo estas, estas soñando. –Responde ese personaje tan misterioso.
-¿Y qué hago aquí? ¿Mi mente creo esto por que razón? –Volví a preguntar con mayor seguridad.
-Tú eres el plan del futuro de la vida como la conocemos. Tú eres la razón de ser, después de esta visión sabrás que no fue en vano, le darás al mundo una nueva razón de existir.
-¿Qué ves aquí? –Me pregunta.
-Un camino, un camino sin fin. –Le respondo.
-Bueno, y ese camino sin fin es la representación de la vida como la conocemos. Todos caminamos, nunca paramos. Vivimos por la simple inercia de estar vivos. Ese camino es la representación de tu vida. Es un camino sin fin.
La vida misma es infinita, porque la mente es infinita. Creemos en un Dios, fuimos testigos de desastres naturales, guerras, hambre, pobreza, muertes, terror. Todas grandes tragedias que la mente humana va guardando en su memoria. Y algunos le echan la culpa a este Dios, en el que creen.
Pero.., ¿por qué mejor no echarse la culpa a ellos mismos? Es una simpleza que el hombre quiera escapar de sus problemas.
Te diré algo, el Dios como lo conoces, no existe porque siempre existió. Existe porque tú quieres que exista. Antes que tú vivías, no creías en nada, porque tu mente no existía. Entonces llegamos a la verdad absoluta que Dios es una idea. Un atajo a lo que no comprendemos.
El alma como la conocemos, la vida como la conocemos, es energía universal.
Somos seres enérgicos. Yo soy la energía que tu cerebro creó, no soy un ser autónomo, no tengo mente propia, yo soy tu mente. Atrapada en los sinfines de lo mas recóndito de tu cerebro. Soy la idea que has atrapado por años, que has reprimido con tus estudios de la vida como la conocemos.
Hoy mi tarea fue salir y contarte, trasmitirte la verdad como la conocemos.
Y tú dirás, pero si Dios no existe, ¿qué creo el universo?
Pues te diré querido amigo, el universo es bastamente infinito, hasta donde lo conocemos sabemos que no tiene fin, porque nuestra mente creo esa idea.
Por lo tanto podríamos decir que la vida misma es la idea del simple hecho de querer existir.
La incertidumbre de ser o no ser. Las dudas sobre las realidades transversales que corren por nuestra vida. Una suave melodía tocada en un fino piano de cola, una bella mujer compartiendo sus labios contigo, la muerte de un ser querido, vivir la vida, recorrer el camino. Es parte de la misión del hombre. Somos la inercia de nuestra creación.
Vivimos hasta que morimos, somos la energía esparcida en el universo. Cuando esa misma se agota, simplemente nos recargamos como baterías de vida. Y volvemos a recorrer ese camino sin fin.

Continuará...

Renzo Rubén Anconetani