domingo, 3 de octubre de 2010

¿Qué nos está pasando?

Parece que sos otra hoy, tus encantadores ojos verdes con ese precioso anillo oro que tanto añoro tener no alumbran más mis tardes como siempre lo han hecho. Al contrario, están cerrados. Y a través de los pensamientos nos fundimos como la sombra de dos gárgolas esperando el tenue naranja cielo del amanecer.
¿Qué nos está pasando? Solo el encanto de tus labios sobre los míos pueden describir esta situación. Solo.., más solo que un perro estoy. Pero es que ni los perros están más solos que yo. Y por eso es que te extraño. Sin vos, sin tu caucásica y suave piel no puedo seguir por este sendero de irreversible soledad.
Y en mis pensamientos ahí estás, con aquel vestido de ese hermoso verano que pasamos juntos los dos.
¿Qué nos está pasando? Hoy solo tomo aquel añejo whiskey que me hace olvidar que todavía soy un ser humano con lágrimas entre mis ojos.
Soy un lobo suelto en la ciudad pero aún existe esa aureola entre mis dedos que me ata plenamente a tu recuerdo.
El tiempo, el tiempo se difumina tan a prisa que ni una medida del más fino licor hace valer los segundos sin tu presencia.
¿Qué nos está pasando? Aquella mochila que llevo sobre mis hombros es pesada y molesta. Lastima mi espalda con suaves punzadas de esa espada de aquella estatua que aparece en los libros de justicia. Ni el licor entre copas alivian este sufrimiento vispertino que no deja descansar ni al más fuerte de los hombres.
¿Qué nos está pasando? Tal vez ya no debería preguntar eso. Las tenues luces de la ciudad juegan con mi percepción tras mis lágrimas.
En aquel puente, del viejo Rosario, bajo las pocas estrellas que aún se ven en el cielo de la madrugada, con mis zapatos de goma y mi camisa rallada simplemente dejo mi cuerpo caer al agua helada.

Renzo Rubén Anconetani

miércoles, 7 de julio de 2010

Nos veremos pronto

Nunca creí que un día despertaría sin el calor de tus labios sobre los míos. Aún siento su perfume, pero sé que ya no están. El tiempo va avejentando mi cuerpo, pero mi alma está paralizada el día que te vi partir. Y no puedo moverme, las formas se difuminan, cambian, ya no están ahí. Todo se oscurece.
El tiempo se detiene y solo puedo ver una imagen tuya ante mis ojos. Las puertas se abren y se cierran fuertemente, las luces parpadean tan rápido que explotan.
Siento frío en mis manos, mi corazón se congela; ya no late. Y tu ahí parada, sin moverte, como aquel alma en pena que atormenta mi conciencia y mi noción de la realidad.
Se hace difícil pensar y no temer en estas condiciones.
Me siento solo, desesperado y sin salida. Mi habitación, nuestra habitación ya no es lo que era antes. Ahora hay otros muebles, otras sabanas, otra ropa. No entiendo que pasa. Estoy enojado… ¡Que alguien me explique!
El tiempo.., ya no sé lo que es el tiempo. Todo se vuelve tan relativo, tan irreal que creo haber estado en esta habitación por años. Ya no veo más tu reflejo. Ahora veo niños correteando, jugando, llorando, riendo.
Algunas veces viene su padre a leerle aquellas historias que tanto me leían de niño.
Yo no he cambiando nada, sigo igual que siempre. Pero siento más dolor que antes, sobre mis venas corre sangre. Ahora entiendo todo… Tu perdida, tu marcha me alejo de lo que más quería, de lo que más deseaba. Vivir…
¿Qué pasará después? No veo la luz brillante de la que tanto hablan.
Quizás estoy destinado a pasar toda la eternidad contando mis penas.
Hoy pude moverme, después de quién sabe cuántos años. Ya no estoy más enojado, entiendo el propósito de este viaje. Encontrarme a mí mismo y reconocer cuanto he perdido.
Recorro los pasillos de la casa. Está muy distinta, hay otras personas… Parecen ser buena gente. Pero algo impide que me quede a contemplarlos.
Algo me dice que atraviese ese portal y deje llevar mi alma a este merecido y tan ansiado descanso eterno.
Quizás este sea el fin, o tal vez el comienzo de algo hermoso.
Hasta luego amigos, nos veremos pronto.

Renzo Rubén Anconetani

lunes, 5 de julio de 2010

Estrellas

Deslumbrates, poéticas, lejanas... Cuando las observamos ellas ya no estan. Murieron; solo vemos su fantasma en la lejanía del cosmos como una aureola infinita de paz y fuego eterno.
Nos impactan. Su belleza sucumbe nuestro ser. Nos marean, nos confunde su incalculable proporción.
Oh! que divinas, tan perfectas, brillantes, petulantes. Pequeños puntos ardientes nadando entre mares de avismos oscuros y espacios vacíos de sociego y perdición.
Iluminan nuestro sendero, alumbran nuestra noche y navegan con el navegante que tan pasionalmente las comprende.
¿Por qué será que las contamos? Nos divierten, creemos entenderlas. Ellas nos entienden.
Somos pequeños puntos separados en el espacio. Nos parecemos a ellas, iluminamos el camino de las pasiones y del amor.
No hacen falta oraciones, tampoco canciones, ni peticiones. Ellas siempre estaran aunque hace millones de años, apagaron su luz para nunca más brillar.
Oh, las estrellas. Tan pequeñas, tan enormes. Guien nuestro sendero, que somos navegantes con nuestros corazones.

Renzo Rubén Anconetani

sábado, 30 de enero de 2010

Sueños reveladores

Primera parte:

[…] Desperté, no sabía donde estaba. Al mirar alrededor veo un camino largo de tierra, a mi costado derecho la nada pura, a mi costado izquierdo un lago sin fin. Sentía que a ese lugar yo no pertenecía, quizás era un sueño, quizás estaba muerto. No lo sabía.
Desesperado por saber donde me encontraba, me detengo a pensar como fue que termine ahí. Miles de pensamientos recorrían los vastos pasajes de mi mente, pero ninguno de ellos me decían que hacía en ese lugar.
Llegue a pensar que era el infierno, aquel lugar del cual no se sale jamás, aquel lugar donde mi alma es atormentada. Pero no lo sabía.
Decidí que era tiempo de averiguarlo. Tomé fuerzas y comencé a recorrer ese camino aparentemente sin fin. Pero luego de horas de un arduo caminar llegue a la conclusión que no avanzaba nada. Era todo tan monótono, tan único, tan irreal que sentía que siempre terminaba en el mismo lugar.
Nuevamente sentado a la vera del camino, sobre ese pedregal al lado del río.
-¿Qué hago aquí?
-¿Qué es este lugar? –Reclamé sin dudarlo, pero la nada misma devolvió mi eco miles de veces.
-Soy un buen hombre. –Me dije a mi mismo.
-¿Qué hice para terminar en un lugar así? –Le exclame a la nada misma.
De repente, no era mas una nada misma. Y del lago cristalino sale un hombre, no se distinguía bien, estaba a lo lejos. Mis ojos se entrecerraban, no podía verlo bien, pero sin darme ya cuenta estaba a mi lado. Aquél personaje misterioso, era una figura borrosa, no podía verlo, sentirlo ni tocarlo. Yo estaba paralizado, no podía moverme, seguía mirando hacia el lago, cuando esta figura se incorpora detrás mío y con su mano toca mi hombro. Era paz, amor y sabiduría lo que sentí en ese momento, mis miedos, mis penas se habían desvanecido.
¿Quién era este personaje tan misterioso? –Me pregunte atónito ante tan extraña situación.
El simplemente exclamo con una voz suave de seguridad.
-Yo soy quien cuida de ti, quien vela por ti, quien llora por ti.
-Yo soy el quien nadie tiene en cuenta, soy el que siempre esta ahí pero nadie ve.
-Yo soy tu alma, soy tu conciencia, soy tu vida.
En ese momento no supe que decir, estaba atónito.
-¿Estoy muerto? –Pregunto atemorizado.
-No, no lo estas, estas soñando. –Responde ese personaje tan misterioso.
-¿Y qué hago aquí? ¿Mi mente creo esto por que razón? –Volví a preguntar con mayor seguridad.
-Tú eres el plan del futuro de la vida como la conocemos. Tú eres la razón de ser, después de esta visión sabrás que no fue en vano, le darás al mundo una nueva razón de existir.
-¿Qué ves aquí? –Me pregunta.
-Un camino, un camino sin fin. –Le respondo.
-Bueno, y ese camino sin fin es la representación de la vida como la conocemos. Todos caminamos, nunca paramos. Vivimos por la simple inercia de estar vivos. Ese camino es la representación de tu vida. Es un camino sin fin.
La vida misma es infinita, porque la mente es infinita. Creemos en un Dios, fuimos testigos de desastres naturales, guerras, hambre, pobreza, muertes, terror. Todas grandes tragedias que la mente humana va guardando en su memoria. Y algunos le echan la culpa a este Dios, en el que creen.
Pero.., ¿por qué mejor no echarse la culpa a ellos mismos? Es una simpleza que el hombre quiera escapar de sus problemas.
Te diré algo, el Dios como lo conoces, no existe porque siempre existió. Existe porque tú quieres que exista. Antes que tú vivías, no creías en nada, porque tu mente no existía. Entonces llegamos a la verdad absoluta que Dios es una idea. Un atajo a lo que no comprendemos.
El alma como la conocemos, la vida como la conocemos, es energía universal.
Somos seres enérgicos. Yo soy la energía que tu cerebro creó, no soy un ser autónomo, no tengo mente propia, yo soy tu mente. Atrapada en los sinfines de lo mas recóndito de tu cerebro. Soy la idea que has atrapado por años, que has reprimido con tus estudios de la vida como la conocemos.
Hoy mi tarea fue salir y contarte, trasmitirte la verdad como la conocemos.
Y tú dirás, pero si Dios no existe, ¿qué creo el universo?
Pues te diré querido amigo, el universo es bastamente infinito, hasta donde lo conocemos sabemos que no tiene fin, porque nuestra mente creo esa idea.
Por lo tanto podríamos decir que la vida misma es la idea del simple hecho de querer existir.
La incertidumbre de ser o no ser. Las dudas sobre las realidades transversales que corren por nuestra vida. Una suave melodía tocada en un fino piano de cola, una bella mujer compartiendo sus labios contigo, la muerte de un ser querido, vivir la vida, recorrer el camino. Es parte de la misión del hombre. Somos la inercia de nuestra creación.
Vivimos hasta que morimos, somos la energía esparcida en el universo. Cuando esa misma se agota, simplemente nos recargamos como baterías de vida. Y volvemos a recorrer ese camino sin fin.

Continuará...

Renzo Rubén Anconetani

miércoles, 28 de octubre de 2009

Cuando los angeles lloran

Cuando los ángeles lloran,
en las hermosas planicies
de las dinamicas noches plutónicas.

Cuando los ángeles lloran,
tormentas de incertidumbres pasajeras,
llegan oprimiendo corazones,
de incertidumbres cegadoras.

Cuando los ángeles lloran,
muere un niño dentro nuestro,
que oprime corazones y universos,
y descompone conocimientos y oraciones.

Cuando los ángeles lloran,
crece demasiado lento,
un sentimiento imperfecto

.., de sosiego desnutrido,
de sonidos reprimidos.
Cuando los ángeles lloran.

Renzo Rubén Anconetani

viernes, 23 de octubre de 2009

Señores de la otra tierra

Señores de la otra tierra vean mi legado,
que pongo al desnudo entre sus manos.
Al estilo mas vasto del imperio inquisidor,
juzguen a mi alma, juzguenla por favor.

Y la luz como un óleo,
encendiendose de pecados y ambición,
de pesares pasajeros,
y de 30 años de dolor.

Con el mausoleo de amianto,
en las nulas riberas de mi gloria.
Tristeza es lo que escribo,
una melodía pasajera,
no es de ayer el exilio.
de este caballero empobrecido.

Señores de la otra tierra,
a ustedes les exclamo con lagrimas y simplezas,
jusguen mi alma, lean mi legado.

Señores de la otra tierra,
el viento nos cuenta su vejez,
con el clamor de la verdad,
sacrificio de unos cuantos.

Curen mis heridas, lean mi legado.
Señores de la otra tierra,
mi alma queda entre sus manos.

Renzo Rubén Anconetani

jueves, 22 de octubre de 2009

Inframundo y dolor

Decías dolor, muerte y llantos,
vago pasaje del inframundo,
detrás de muros de fuego,
y te persigue un anhelo inquisidor.

Y en esta noche, un dulce cordero;
sacrificio de largos días invernales.
Trémulos mares celestiales,
pasaje del inframundo cegador.

Oscura noche monótona de sangre,
que dices extraña y petulante;
un empujón irrevocable,
de las esquizofrenicas tristezas,
es mi muerte irremediable.

Renzo Rubén Anconetani